Romance medieval
Del castillo del Conde de Flor,
Prisionera, en la torre más alta,
con las manos tapándose el rostro,
una linda muchacha lloraba.
¡Ay que triste destino el mío
-con amargo dolor se quejaba-
que si no lo remedia San Jorge,
esta tarde seré desposada,
pero no con el hombre que quiero,
del que siempre estuve enamorada,
al que fiel le juré le seria,
al partir hacia tierras lejanas.
Hoy me veo aquí prisionera,
sin que apenas me quede esperanza,
de poderme librar del horror,
de casarme de forma obligada.
Una vez y otra vez Güendolina,
que la moza así se llamaba,
maldecía de su mala suerte,
a la vez que a San Jorge invocaba.
Para suerte de la hermosa niña,
sus plegarias fueron escuchadas.
Al castillo llego un caballero,
demandando le dieran posada.
Al oir los gemidos y el llanto,
al momento inquirió que pasaba.
Y el bufón que tenía a su lado,
le explicó que lloraba una dama,
que se iba a casar con el conde,
a la fuerza, pues no le amaba.
Pensativo quedo el caballero.
La sonrisa, borro de su cara.
Preguntó ,otra vez, al bufón,
si sabía cómo se llamaba.
--“Güendolina es su nombre señor”.
--“Güendolina ? ¡igual que mi amada!”
“¿es la hija de un curtidor,
en el burgo de Torrequemada?”.
--“Esa es justamente, señor,
y esta tarde será desposada”.
--“No será esto cierto ,bufón,
que ahora mismo voy a liberarla”.
Ve y dile al conde de Flor,
que esta aquí Guillermo de Tiana,
que me ha ofendido en mi honor,
y que quiero romper una lanza,
por la dueña de mi corazón,
que en su torre tiene secuestrada”.
De repente oyó una voz,
que a su espalda, potente, gritaba:
--“He oído vuestra petición:
empuñad al momento la espada,
porque nadie, al Conde de Flor,
puede hablarle así en su casa”
--“Lucharemos a muerte Señor,
por haber ultrajado a mi Dama”.
Bravamente lucharon los dos,
mas la lid ,la gano el de Tiana.
Y la hija de aquel curtidor,
que vivía en Torrequemada,
sus deseos al fin alcanzó.
Se casó con el hombre que amaba.
Y se dice que siempre vivió
Prisionera, de amor, en Tiana.
//
Prisionera, en la torre más alta,
con las manos tapándose el rostro,
una linda muchacha lloraba.
¡Ay que triste destino el mío
-con amargo dolor se quejaba-
que si no lo remedia San Jorge,
esta tarde seré desposada,
pero no con el hombre que quiero,
del que siempre estuve enamorada,
al que fiel le juré le seria,
al partir hacia tierras lejanas.
Hoy me veo aquí prisionera,
sin que apenas me quede esperanza,
de poderme librar del horror,
de casarme de forma obligada.
Una vez y otra vez Güendolina,
que la moza así se llamaba,
maldecía de su mala suerte,
a la vez que a San Jorge invocaba.
Para suerte de la hermosa niña,
sus plegarias fueron escuchadas.
Al castillo llego un caballero,
demandando le dieran posada.
Al oir los gemidos y el llanto,
al momento inquirió que pasaba.
Y el bufón que tenía a su lado,
le explicó que lloraba una dama,
que se iba a casar con el conde,
a la fuerza, pues no le amaba.
Pensativo quedo el caballero.
La sonrisa, borro de su cara.
Preguntó ,otra vez, al bufón,
si sabía cómo se llamaba.
--“Güendolina es su nombre señor”.
--“Güendolina ? ¡igual que mi amada!”
“¿es la hija de un curtidor,
en el burgo de Torrequemada?”.
--“Esa es justamente, señor,
y esta tarde será desposada”.
--“No será esto cierto ,bufón,
que ahora mismo voy a liberarla”.
Ve y dile al conde de Flor,
que esta aquí Guillermo de Tiana,
que me ha ofendido en mi honor,
y que quiero romper una lanza,
por la dueña de mi corazón,
que en su torre tiene secuestrada”.
De repente oyó una voz,
que a su espalda, potente, gritaba:
--“He oído vuestra petición:
empuñad al momento la espada,
porque nadie, al Conde de Flor,
puede hablarle así en su casa”
--“Lucharemos a muerte Señor,
por haber ultrajado a mi Dama”.
Bravamente lucharon los dos,
mas la lid ,la gano el de Tiana.
Y la hija de aquel curtidor,
que vivía en Torrequemada,
sus deseos al fin alcanzó.
Se casó con el hombre que amaba.
Y se dice que siempre vivió
Prisionera, de amor, en Tiana.
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